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Este es el motivo por el que deberías poner las lentejas a remojo

Las lentejas son de esos alimentos que siempre han estado presentes en la cocina de casa. Desde pequeños las vemos en guisos, potajes o ensaladas, y muchas veces ni nos paramos a pensar en lo mucho que aportan. A simple vista parecen un ingrediente humilde, pero en realidad son una auténtica joya nutricional.

Contienen proteínas vegetales, fibra, hierro, magnesio y otros minerales que el cuerpo necesita para funcionar bien. Además, llenan bastante, son fáciles de combinar y forman parte de la dieta mediterránea desde hace siglos. Sin embargo, hay un detalle que mucha gente pasa por alto y que marca la diferencia entre sacar todo su provecho o desaprovechar gran parte de lo que ofrecen: ponerlas en remojo antes de cocinarlas.

Es habitual pensar que basta con lavarlas un poco bajo el grifo y listo. Al fin y al cabo, cocidas están buenas igual. Pero lo cierto es que ese paso de dejarlas a remojo durante horas no es un capricho ni una costumbre antigua sin sentido. Tiene una base científica clara y está directamente relacionado con la manera en que nuestro organismo asimila los nutrientes de las lentejas.

El poder del remojo en las lentejas

Cuando no se remojan, las lentejas mantienen en su interior compuestos llamados lectinas y fitatos. Las lectinas pueden irritar el intestino y favorecer lo que se conoce como permeabilidad intestinal, mientras que los fitatos bloquean la absorción de minerales tan importantes como el hierro, el calcio o el magnesio. Dicho de otro modo, puedes comer un plato entero pensando que estás nutriéndote al máximo, pero en realidad tu cuerpo no está aprovechando buena parte de esos nutrientes. Según algunos expertos, el impacto puede ser tan grande que se llega a perder hasta un 60 % de lo que aportan.

El remojo es el aliado perfecto contra este problema. Con solo dejar las lentejas en agua unas ocho horas, consigues que la legumbre se hidrate, se ablande y quede lista para cocinarse de manera más uniforme. Pero lo más importante es que este proceso reduce los antinutrientes de forma notable. Al mismo tiempo, desaparecen impurezas o restos de polvo que puedan arrastrar, algo que siempre viene bien.

Además, ese gesto tan sencillo hace que las lentejas sean mucho más fáciles de digerir. Los taninos y oligosacáridos que suelen provocar gases o inflamación se reducen de manera drástica con el remojo, hasta el punto de disminuir en un 95% las probabilidades de sufrir estas molestias. Es decir, que no solo se gana en nutrición, sino también en bienestar después de comerlas.

Hay otro detalle práctico: las lentejas que se han dejado reposar en agua se cuecen más rápido. Ahorras tiempo en la cocina y consigues una textura más agradable en el plato. Y lo más relevante, los minerales y proteínas se absorben mucho mejor, lo que convierte a esta legumbre en una aliada real contra la anemia y en un apoyo fundamental para quienes buscan mantener una dieta equilibrada.

De hecho, las propiedades de las lentejas preparadas correctamente son muchas. Favorecen la masa muscular, reducen el colesterol, ayudan a prevenir la pérdida de masa ósea y protegen el sistema cardiovascular. Incluso resultan útiles en etapas específicas de la vida, como la menopausia o el síndrome premenstrual, gracias a su riqueza nutricional. En pocas palabras, son mucho más que un simple plato casero.

Lo curioso es que hablamos de un alimento de toda la vida, que nunca ha necesitado campañas de marketing para demostrar su valor. Estaban en la mesa de nuestros abuelos y siguen estando en la nuestra. Lo único que cambia es la forma en la que las tratamos antes de cocinarlas. Y ahí es donde muchos cometemos el error de la prisa: saltarnos el remojo con tal de ahorrar unas horas.

Pero, si lo pensamos bien, dejar las lentejas en agua no requiere casi esfuerzo. Solo hay que planificar un poco, colocarlas en un cuenco y olvidarse hasta el día siguiente. Lo que obtienes a cambio es un alimento mucho más nutritivo, más digestivo y que, además, cuida tu salud a largo plazo.

Por tanto, podemos decir que poner las lentejas a remojo no es un gesto antiguo ni innecesario, sino una manera simple y eficaz de sacarles todo el partido. Basta con hacerlo una vez para notar la diferencia en el plato y en cómo sientan después de comer. Porque al final, cuidar los pequeños detalles en la cocina es lo que convierte una comida corriente en una comida que realmente alimenta.

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