Dan Buettner y la longevidad, por qué una dieta natural, de temporada y de cercanía puede marcar la diferencia
Hoy es habitual encontrar la misma fruta en cualquier época del año, gracias a cadenas de suministro que la traen desde muy lejos y a una oferta cada vez más uniforme. Para el divulgador y explorador Dan Buettner, priorizar alimentos de temporada y de proximidad no es una cuestión estética, sino una elección coherente con ciertos patrones de alimentación que él vincula a envejecer con mejor funcionamiento físico y mayor autonomía.
Buettner es conocido por popularizar el concepto de las zonas azules, territorios donde se ha observado una presencia llamativa de personas que alcanzan edades muy avanzadas. Su trabajo se ha difundido en libros y también en la docuserie de Netflix Vivir 100 años, Los secretos de las zonas azules. En sus entrevistas suele insistir en una idea básica, la longevidad no se explica por un alimento concreto, sino por un conjunto de hábitos cotidianos sostenidos durante años.
Dentro de ese conjunto, la dieta ocupa un lugar central, no como una moda, sino como parte de una cultura. Cuando Buettner habla de alimentación natural, local y ligada a la estación del año, se refiere a una forma de comer basada en ingredientes reconocibles, poco procesados, que se compran o se obtienen cerca de casa y que cambian con el calendario. El foco está en la continuidad, no en la excepción.
El patrón común, menos sofisticación, más constancia
Uno de los rasgos que más se repite en el relato de las zonas azules es la simplicidad práctica. La cocina diaria tiende a ser previsible, con recetas que se repiten, se ajustan y se transmiten. En el enfoque que suele difundir el proyecto Blue Zones, la base de la alimentación es mayoritariamente vegetal y gira en torno a legumbres, verduras, frutas, tubérculos y cereales integrales. El argumento es que, cuando la dieta se construye desde ahí, aumenta la saciedad, mejora el aporte de fibra y se reduce la necesidad de recurrir a productos densos en azúcar, sal y grasas añadidas.
La temporada aparece como una herramienta silenciosa. Comer lo que toca en cada momento suele implicar productos en mejor punto de maduración, más frescos y, en muchos casos, más asequibles. También empuja a variar sin esfuerzo, porque el mercado cambia por sí solo. Esa variación natural, según esta visión, ayuda a no depender de una oferta constante de ultraprocesados, que mantienen siempre la misma intensidad de sabor y facilitan el consumo automático.
En cuanto a los alimentos de origen animal, Buettner suele describir un patrón de moderación, más que de eliminación total. En el marco divulgativo asociado a las zonas azules se plantea que la carne es ocasional y en porciones pequeñas, a menudo utilizada como acompañamiento o para aportar sabor, en lugar de ser el eje del plato. El resultado práctico es que el protagonismo lo mantienen los alimentos vegetales, que además se prestan mejor a preparaciones sencillas y repetibles.
Algo parecido ocurre con otros elementos de la dieta. En algunos lugares se menciona el tofu como alimento habitual, en otros, como las áreas mediterráneas, se subraya el papel de grasas vegetales como el aceite de oliva. Más allá de un ingrediente concreto, lo que interesa en este enfoque es el conjunto, una cocina basada en materias primas, con una presencia limitada de productos muy transformados y una preferencia por lo que se come tradicionalmente en cada entorno.
Este planteamiento no se entiende bien si se reduce a una lista de alimentos. Buettner insiste en que la alimentación funciona dentro de un sistema social, horarios, compra, cocina en casa, tamaño de las raciones, relación con el apetito y con el ritmo del día. De hecho, una dieta de temporada y de cercanía suele implicar una compra más consciente y una cocina algo más activa, dos factores que, por sí mismos, cambian cómo se come. No porque la persona se vuelva más disciplinada, sino porque el entorno hace más fácil elegir lo simple.
Trasladar estas ideas a la vida urbana no exige copiar tradiciones ajenas ni perseguir productos exóticos. En términos prácticos, se parece más a recuperar una despensa básica, legumbres varias veces por semana, verduras que roten según el mes, fruta como cierre natural, cereales integrales cuando encajan, y menos productos con ingredientes interminables. También implica normalizar menús repetibles, que son precisamente los que mejor se sostienen.
Conviene añadir un matiz relevante. El concepto de zonas azules ha recibido críticas y debates sobre la calidad de algunos datos demográficos y sobre cómo se han presentado ciertas conclusiones. Ese contexto no invalida que parte de las recomendaciones coincidan con principios nutricionales ampliamente aceptados, pero sí sugiere prudencia al convertir una historia inspiradora en una promesa exacta.
Aun así, el mensaje principal se mantiene con claridad. Si la mayor parte de la dieta se apoya en alimentos reales, si el dulzor y la sal no gobiernan cada bocado, y si la compra se acerca más a lo fresco que a lo ultraprocesado, es más probable que el hábito sea sostenible. Y, en salud, la sostenibilidad suele pesar más que cualquier solución rápida.
